Revueltas en Chile y el Líbano. Primera entrega.

Notas para una reflexión parte I de III por el Dr. Jorge Araneda, experto en relaciones del Medio Oriente y Latinoamérica.

Las actuales manifestaciones y protestas en Chile han llamado la atención no sólo de la prensa nacional, sino también extranjera. Particularmente desde el mundo árabe, los cuales han ido destacando un aspecto bastante singular, que por la proximidad histórica y geográfica no se ha reflexionado en su complejidad dentro de Chile y en cierta medida Latinoamérica, que son los posibles paralelismos con las manifestaciones conjuntas en países árabes.

Brevemente algunos elementos comunes en las diferentes protestas ciudadanas que atraviesa Chile, como en varios países árabes en el escenario actual. Dichos componentes comunes tienden a ser transversales y dignos de un análisis posterior más exhaustivo. Por ejemplo, el carácter juvenil de las protestas, sus consignas y formas de expresión y, por último, las diversas demandas ciudadanas a las políticas socioeconómicas de los gobiernos.

En otras palabras, Chile más allá de sus singularidades propias histórico/geográficas, presenta trazos comunes en comparación con países como: Argelia, Irak, Irán, Líbano y Sudán en el mundo árabe, pero también con Argentina, Haití, Ecuador, Bolivia y Hong Kong. Siendo en todos los casos, manifestaciones ciudadanas con una claro llamado a reformas estructurales en torno a las políticas disfuncionales, la corrupción política y las desiguales condiciones de vida, que son hilos comunes en muchas de estas protestas.

Cabe destacar, que en Chile y el resto de los países árabes mencionados las protestas y demandas ciudadanas no han sido de carácter novedoso sino presentan una genealogía fácilmente rastreable. Sólo a modo de ejemplo, a principios de marzo de 2011, un grupo de adolescentes en la ciudad fronteriza siria de Der`a, enardecidos por el espíritu de rebelión y protestas ciudadanas que habían visto en todo el mundo árabe, salieron una noche a pintar grafitis en las paredes en la ciudad. Entre los diferentes grafitis que se desplegaron ese día, destacaba entre los lemas el llamado que había reverberado en el mundo árabe desde el levantamiento en Túnez en enero de ese año: “Al-sha’b Yurid Isqat al-Nizam” [La gente quiere la caída del régimen] (Amar and Prashad 2013, 205). Si estos jóvenes esperaban que los ciudadanos de Der`a, se despertaran al día siguiente para quedar asombrados y secretamente gratificados por su audacia, tenían razón. Pero también descubrieron el peligro de tal acto y tales palabras en un país que había sido gobernado bajo “leyes de emergencia” por más de cuarenta años (Amar and Prashad 2013, 206).

Paralelamente en Chile del 2011 las protestas de los jóvenes estudiantes exigían reformas constitucionales y educacionales.

“Los estudiantes secundarios y universitarios llevan más de dos meses movilizados en la protesta más importante desde el retorno a la democracia en 1990 y sus exigencias de una mejora del sistema educativo han logrado acaparar la atención y el apoyo de gran parte de la ciudadanía. El pasado 4 de agosto [2011] miles de jóvenes se enfrentaron durante horas con la policía de carabineros que copó masivamente las calles céntricas de Santiago, para cumplir con la orden del gobierno de Sebastián Piñera de no permitir una nueva marcha multitudinaria. […] “Le plantearemos al presidente Piñera que convoque a un plebiscito nacional y como mesa del Senado estamos dispuestos a generar las reformas constitucionales que permitan establecer esos plebiscitos”, expresó, al recordar que la carta magna no contempla la consulta ciudadana para este tipo de casos. La idea es rechazada desde la gobernante Alianza, cuyos parlamentarios ya comprometieron el apoyo para analizar las reformas educacionales que requieren trámite legislativo.”

Asimismo, la reacción por parte del gobierno en Siria del 2011 como en Iraq del actual 2019 sería similar. En lo que respecta, a los adolescentes sirios estos serían encontrados por la policía política, encarcelados y sometidos a las golpizas y brutalidad rutinaria de las fuerzas de seguridad (Amar and Prashad 2013, 206). Cabe recordar, que en caso de Iraq las actuales manifestaciones que demandan mejoras en los servicios básicos, mayor oportunidad de empleo y fin a la corrupción endémica, ha cobrado cientos de fallecidos y decenas de miles de heridos. Esto desencadenó una serie de protestas públicas en la ciudad. Particularmente, visible ha sido este actuar en el actual escenario de protestas en Iraq;

"Más de 250 civiles han muerto desde que estalló el levantamiento el 1 de octubre de 2019 y más de diez mil han sido heridos o incapacitados de acuerdo con el Comité de Derechos Humanos afiliado al parlamento e información proporcionada por los médicos, quienes en privado expresaron que los números de víctimas son en realidad más altos que en las estadísticas oficiales. Por otra parte, un informe reciente de la Asociación de la Prensa defensa de la libertad en Irak expresó que octubre fue el “peor mes para la libertad del periodismo en Irak desde 2003”, con una record de ochenta y nueve transgresiones o ataques contra periodistas y oficinas de medios. El 2 de noviembre, Reuters dijo que las fuerzas de seguridad mataron a un manifestante e hirieron a más de noventa y uno en Bagdad."

Sin duda, los arrestos, los rumores de torturas y, finalmente, la actitud displicente de los oficiales de seguridad ha sino una transversal en varios países. Siendo en muchos casos una reacción común a las manifestaciones tanto en Latinoamérica como en el Medio oriente, de hecho, organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han declarado su preocupación respecto a lo que sucede en Chile;

“[…] En vez de equiparar las manifestaciones con un 'estado de guerra' y a quienes protestan con un enemigo del Estado, estigmatizando de forma generalizada a tales personas y allanando el camino para justificar abusos en su contra, el gobierno del presidente Piñera debería escucharlas y atender seriamente sus legítimos reclamos", dijo este lunes la directora para las Américas de Amnistía Internacional, Erika Guevara. […] Un día después, el director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, calificó como “profundamente preocupantes” las imágenes de brutalidad policial y de violencia de manifestantes. “El presidente Piñera debería dejar en claro la necesidad de respetar los derechos humanos y la justicia debe investigar a los responsables”, señaló Vivanco en un tuit.”

Lo anterior, ha generado nuevas formas de manifestaciones públicas, tales como, cantos y consignas contra los regímenes que se han hecho parte de la rutina de las manifestaciones.Ejemplos visibles han sido desde el 2011 en Siria donde pancartas del presidente, Bashar al-Asad, lo mostraban desfigurado y una estatua de su padre, Hafiz al-Asad, el fallecido presidente, tumbada y destruida.

Asimismo, y al igual que en el Líbano o Chile se irán produciendo nuevos eslóganes de carácter semi humorístico “Se acabó el tiempo, doctor” (refiriéndose al presidente Bashar al-Asad por su formación como oftalmólogo) hasta consignas más incendiarias como “¡Traidor a Siria!”, en Chile la destrucción de símbolos estatales y eslóganes también será parte de las prácticas de las manifestaciones. En definitiva, prácticas de resignificación del espacio público que concluyeron en proclamaciones de los ciudadanos de Der`a, quienes cambiarían el nombre de la plaza en las afueras de la mezquita al-`Umari, por la “Plaza de la Dignidad” [midan al-Karama]. Quizás uno de los conceptos más transversales, al-Karama (dignidad), y una de las banderas más utilizadas en las manifestaciones nacidas de las primaveras árabes hasta las actuales en el Medio Oriente. Sin duda, singular paralelo a los llamados a cambiar en Chile el nombre de la Plaza Italia, en el centro de la capital, a Plaza de la Dignidad;

“Decenas de miles de manifestantes asistían este viernes a la llamada tercera marcha más grande de Chile, en la céntrica Plaza Italia de Santiago, que a tres semanas de un estallido sin precedentes rebautizaron con un enorme lienzo "Plaza de la Dignidad".”

“En Arica, en el extremo norte del país, se destruyó una escultura en piedra de 1910, en honor al navegante italiano Cristóbal Colón, por mucho tiempo considerado como el "descubridor" de América. En La Serena, a 470 km al norte de Santiago, la estatua de Francisco de Aguirre, militar de la colonización española, fue arrancada y, en su lugar, se colocó una escultura de una mujer diaguita, en representación del pueblo precolombino.”

Estas diferentes secuencias de eventos no sólo capturan un momento en el desarrollo de las protestas ciudadanas en contra de las políticas de gobierno, sino también destacan algunas de las características claves de una política de resistencia en acción. Puesto que, las masivas manifestaciones públicas pueden identificarse fácilmente como signos dramáticos de disensión y oposición. Sin embargo, más que eso, las protestas públicas y masivas, sus causas y el curso que toman puede arrojar una luz penetrante sobre las características clave del poder en sí mismo. Debido a que, ya sea en un sistema democrático o autoritario, el poder se viste durante gran parte del tiempo disfrazado de normalidad, de rutina, de una presencia que no necesita ser cuestionada porque es así gran parte del orden “natural” de las cosas.

Los llamados de los gobiernos chileno o libanes a la búsqueda de una vuelta a la normalidad o normalización, busca volver a desplegar el resultado de la conformidad cotidiana, aplicada por el brazo coercitivo del estado, pero en general visible sólo en circunstancias excepcionales. Es un hábito que hace al poder un actor vinculante, que se tiende a darlo por sentado. Es precisamente esta relación, de normalización coercitiva fue la que se intentó desquebrajar en las llamadas Primaveras Árabes. Buscando romper con la complacencia cotidiana a través de actos de violencia o de protestas masivas, y que a menudo provocó, que el estado revelara su verdadera capacidad de violencia usando la fuerza para mantener las más fundamentales desigualdades.